domingo, 24 de julio de 2011

¿QUIÉN ESTÁ DETRÁS DE LA CULTURA?TEATRO DE LA DECEPCIÓN. Málaga-España

Raúl Cortés.

Trasto Teatro

1.- Introducción: ¿Quién está detrás de la cultura?

Detrás de la cultura están los mercaderes que fueron expulsados del templo. Hoy han vuelto y, tras profanarlo, se han adueñado de cada rincón y han sustituido el misterio y la devoción por el saqueo. Señores gordos, con ojos de sapo, los dientes apretados y el pulgar humedecido para mayor agilidad en el recuento de billetes. Detrás de la cultura están aquellos que ganan más cuanto mayor sea el desierto, cuyas manos solo pueden ofrecer más desolación a la desolación. Detrás de la cultura está la mala sombra del negocio que se cierne, como el péndulo implacable, hasta rebajarlo todo a usura, prosaísmo, nada... Apagar la llama y dejarnos a oscuras.

Ellos están detrás… ¿Y nosotros? ¿Dónde estamos nosotros?

La racanería de los programadores ha diseñado una agenda cultural ortopédica y ramplona. Mediocridad. El inmovilismo de las instituciones ha desterrado el concepto del riesgo, por ello es habitual asistir, incrédulos, a la reposición de viejas fórmulas que dejan en la ropa un olor a aceite quemado, refrito. Absoluta mediocridad. Las políticas culturales, un erial donde ni siquiera crecen unos cuantos matorrales, han generado un sistema de ayudas tan viciado como obsoleto. Contundente y absoluta mediocridad.

La cultura, el arte, el teatro huelen a cuarto cerrado, donde el aire no corre, está estancado, siempre es el mismo aire. Un cuarto que no se ventila, que no acepta otros aires. Te ahogas. Si no eres José Carlos Plaza, Miguel Narros o Gerardo Vera; si tu compañía no es El Velador, Atalaya o no te produce el CAT; si escribes pero no te llamas Juan Mayorga... te ahogas.

Porque ellos están detrás… Y debajo de ellos, nosotros.

¿Crisis? No. La cultura, el arte, el teatro se nos ahogan de cobardía, de conformismo: se nos mueren de banalidad. Los favores partidistas, la dinámica personalista y adultocéntrica no ha resultado, a la postre, un hábito saludable. Atrofia severa. Fallo múltiple. Por eso, por tanto tejido necrosado es urgente amputar.

2.- Prácticas estéticas y políticas: hacia una poética de la decepción

El pensamiento posmoderno es sospechosamente servil a los intereses del capitalismo[1]. Gianni Vattimo[2] caracteriza la posmodernidad a partir de la conformación de una especie de nuevo humanismo que llamó “pensamiento débil”[3]. El pensamiento débil pretende debilitar al individuo; es decir, el individuo resigna sus características vigorosas y se reconoce “ligado al tiempo, a la vida y a la muerte”. Cree el autor que este es el único camino hacia “la emancipación humana, la progresiva reducción de la violencia y de los dogmatismos”, ya que un pensamiento débil significa una razón débil (dinámica, en transición), que no puede pretender tener en sí misma una última razón de sí, y esta carencia de radicalidad, justamente, abre la puerta a la convivencia pacífica.

La posmodernidad marca la superación de los paradigmas. Las grandes verdades afincadas sobre fundamentos consistentes son tachadas de concepciones unívocas, cerradas, obtusas. Vattimo marca el paso del pensamiento fuerte, metafísico, de las cosmovisiones filosóficas bien perfiladas, al pensamiento débil, a una existencia relajada, una suerte de nihilismo de baja intensidad y, por ende, alejado de la acritud existencial[4]: de aquí al buenrrollismo social, al todo vale, al conformismo, al hedonismo huero, como exclusiva ética válida, solo hay un trecho.

Pluralismo, liberación (libertad), diversidad, tolerancia… palabras hermosas, ligadas a la concepción de posmodernidad. Y ahí empieza y termina la relevancia de estas palabras para el posmodernismo: en la hermosura de su eco, en el bello sonido… El significado, el contenido de las mismas es totalmente secundario, no comporta un programa, una actitud, una batalla. Es la idea por la idea misma, no por su consecución.

La posmodernidad ha prescindido de la ética como quien prescindió, en su momento, de la levita o de los quevedos. Todo lo que ahora acontece es única y exclusivamente estético. La cultura, la libertad, la igualdad, la educación, la paz… son meras experiencias estéticas. Es el triunfo de la dinámica del tupper-weare: la realidad envasada al vacío.

Gianni Vattimo asegura que ante el sistema no se puede hacer nada, y por eso es necesario que los individuos desarrollen su “pensamiento débil”: una razón con vocación de junco, capaz de doblarse, si es preciso, hasta límites innobles: “El paraíso posmoderno es acomodaticio desde el momento en que afirma que el estado actual de cosas es inevitable. Es pequeñoburgués cuando admite no que este sea el mejor de los mundos posibles, sino que es el menos malo ya que en él sólo existe el mal necesario. Es ridículo cuando intenta teñirse de una melancolía decorativa. Es definitiva, es fascista, pues su pensamiento central es que el mundo no pudo, ni podrá, ser otro.”[5]

Lipovetsky, por su parte, sufre un acusado delirio cuando, al analizar los resortes de la posmodernidad, afirma que la sociedad de consumo le ha procurado al individuo una mayor libertad y una sólida igualdad. Este hecho, afirma, ha redundado en beneficio de la democracia, que vela por la autonomía identitaria de los ciudadanos[6]. En la década de los ochenta, el panorama posmoderno era tan idílico que el grupo Acción Directa (Francia), las Brigadas Rojas (Italia) y la RAF (Alemania) iniciaron conversaciones para construir un frente guerrillero en Europa occidental, una especie de Internacional Revolucionaria[7]: “Sabíamos que este sistema iba a permitir vivir con dignidad a cada vez menos personas en el mundo. Y también sabíamos que este sistema quiere tener el acceso total al ser humano. De esos supuestos se alimentaban nuestra radicalidad. Para nosotros no había nada que perder con un sistema así[8]…Ideas para desinstaurar la decepción.

Es difícil entender a Lipovetsky, si no es asumiendo su “espléndido aislamiento” de occidental bienpensante. ¿Cómo se puede identificar al mercado[9] con el proceso de personalización del individuo? Si el mercado estandariza el deseo y simplifica al ser a la categoría de producción. El ciudadano es sustituido por su propio estereotipo de comprador.

¿De qué libertad habla? Los medios de producción siguen en poder de unos pocos, son ellos los que deciden qué van a producir, es decir, son ellos los que determinan entre cuántos productos (culturales, alimenticios, farmacéuticos, etc.) podrán “elegir libremente” los futuros consumidores, el año próximo.

¿Dónde está la igualdad? La distribución de la riqueza es tan injusta que el gap aumenta de manera galopante: cada vez hay más distancia entre el norte y el sur e, incluso, en el seno de las sociedades industrializadas, las capas de marginados aumentan en número, mientras los ricos se hacen más ricos.

Por lo tanto, ¿qué democracia hemos de celebrar? Si la libertad, la justicia y la igualdad son, al menos -y para no incurrir en extremos panfletarios- precarias… ¿cómo se puede considerar “democracia” a un sistema que soporta tales valores?

Vattimo advierte sobre la crucial presencia de un agente en la configuración del posmoderno pensamiento social y cultural: los medios de comunicación de masas[10]. El pensador afirma que gracias a estos medios han emergido la diversidad, la tolerancia, las minorías, en definitiva, un desplazamiento de los autoritarismos, los prejuicios y la violencia. ¿Qué decir? Esta afirmación no depende del pensamiento que se apadrine (fuerte o débil), ni de lo posmoderno o no que uno quiera ser. Esta sentencia se debe tan sólo a la ingenuidad (¿deliberada?).

¿Se aprecia diversidad informativa en los mass media? ¿Dan cabida a las minorías? ¿Desplazan el autoritarismo y la violencia? No puede abrazar el pluralismo quien no lo conoce: apenas hay cinco grandes agencias[11] de noticias en el mundo que sirven a todos los medios de comunicación, sólo cinco grupos que marcan la agenda de la actualidad: deciden lo que es noticia y su punto de vista e internet, al menos de momento, no cuestiona su dominio.

Generalmente, estos grupos mediáticos se encuentran en estrecha vinculación con los lobbies de poder, cuando no son sus voceros directamente. Si no, ¿cómo explicar el papel que han jugado los mass media en la actual y apocalíptica crisis financiera? La prensa mundial ha vertido ríos de tinta para hacer un análisis parcial de la situación, un análisis que propague el miedo, la alarma social y fragmente las conciencias. Un análisis al servicio de sus amos porque, de lo contrario, se pondría en riesgo el objetivo posmoderno: la descrispación, el “individuo relajado, fair-play”, ajeno a la acritud existencial y defensor de la no violencia…

Es comprensible este afán vigilante, tanto celo…porque, a veces, de la serenidad a la ira media un viaje muy corto, acaso una simple división:

El plan de rescate a los bancos con dinero de los contribuyentes que se discutió en el congreso de USA, costó la indimensionable cifra de 700.000 millones de dólares, más los 500.000 millones que se le había entregado previamente a la banca, más los miles de millones que han brindado los gobiernos de Europa a los bancos en crisis del viejo continente.

El planeta tiene 6.700 millones de habitantes; si se dividen sólo los 700.000 millones de dólares entre los 6.700 millones de personas, equivale a entregarle 104 MILLONES DE DÓLARES A CADA UNO. Cifra que no sólo erradicaría toda la pobreza del mundo, sino que convertiría en millonarios a todos los habitantes de la tierra.

Las cuentas nacionales también arrojan saldos susceptibles de soliviantar. El estado anunció que compraría 30.000 millones de deuda a la banca, para evitar el colapso financiero. En la actualidad, y según el padrón municipal de 2008, la población asciende a 46.063.511 habitantes. La operación sonroja: si en vez de salvar a la banca, el estado protegiera a sus ciudadanos, entregaría 652.18 MILLONES DE EUROS A CADA ESPAÑOL (108.261 millones de las antiguas pesetas)…

¿Cómo leemos a Lipovetsky y Vattimo al sofoco de estas cifras? ¿Cómo nos posicionamos frente a su tesis de la descrispación? ¿Hemos de seguir aceptando el orden de las cosas, poniendo la otra mejilla, pacíficos hasta el final, comulgando con las ruedas de molino de esta decepción? “Cuando toda la realidad es espectacular, rechazar el espectáculo significa estar fuera de la realidad. Quien rechace doblegarse ante el código de la mercancía está loco…”[12]

¿Loco?

¿Loco? Pero…

“Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos que el orín de los perros,

Si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos categoría que el estiércol;

Si no es ahora… ¿cuándo se pierde el juicio?

Respondedme loqueros,

Cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro…”[13]

No, es ahora. Es ahora cuando, avanzando hacia una poética de la decepción, hay que sustituir la estética de las descrispación moderna por la ética de la indignación. Es ahora cuando “hay que subvertir la inmoralidad dominante […] levantar la voz para amotinarse contra los miserables que nos han traído hasta aquí[14]. Porque si no es ahora cuando se pierde el juicio… ¿cuándo será? No. Ahora. Es ahora: “…Y si el rechazo de todo esto, la elección del placer frente a la muerte, es un signo de locura, es el momento de que cada cual empiece a comprender la trampa que yace por debajo de todo esto. Toda la máquina de la tradición cultural de Occidente es una máquina de muerte, una negación de la realidad, el reino de lo ficticio que ha acumulado todo tipo de infamias y vejaciones, de explotación y genocidio. Si el rechazo de toda esta lógica de producción es condenado como locura, entonces debemos distinguir entre locura y locura.”[15]

3.- Trasto Teatro, ruptura y renovación de los enunciados: una ética de la decepción

El pensamiento débil posmoderno diseña ciudadanos no violentos que, sin embargo, indultan la necrófila violencia estructural del sistema. Así, nuestras democracias completan el perfil del totalitarismo: el régimen totalitario se consuma plenamente cuando suprime la misma noción de resistencia[16]. La idea de Vattimo, ya expresada, sobre que ante el sistema no se podía hacer nada.

Convencidos de que el concepto de la descrispación contiene infamia y obscenidad a partes iguales, y de que el arte debe oponer su propio concepto: la desreconciliación[17], fundamos en 2002 la compañía que dirijo: Trasto Teatro[18]. Trasto Teatro nace de la certeza de que el teatro, el arte, la cultura no pueden permanecer indiferentes a los hechos, ni pueden permitir la indiferencia de los individuos. Y aupada a esos hombros, entiende que el arte no puede ser sino una revolución permanente: una revolución pensada desde el propio arte para agitar lo que está más allá del arte.

Creemos en un teatro que combate el concepto del poder como principio: tanto en la sociedad como en el teatro; dispuesto a enjuiciar nuestro tiempo y a enjuiciarnos a nosotros mismos, que reclame nuestro derecho a la indignación y, expresando la fuerza poética de nuestra rabia, recupere la impertinencia como valor existencial. Un teatro que no crea en dogmas ni verdades absolutas, pero que tampoco crea que todo vale...

Un teatro que desprecie su vanidad y no se rinda culto, hecho por labradores de tierra. Un teatro desnudo: sin viejos uniformes ni atavíos de última moda, que no halle satisfacción elitista en la “automarginación alternativa”, pero que también sea capaz de contestar al teatro comercial e institucional. Un teatro honesto, presto a dimitir del teatro al instante de perder la fe en sí mismo.

Creemos en un teatro que busca el mar infatigable y no se conforma con encontrar caminos fáciles. Un teatro que, ante la máxima Vattimiana de “esto es lo que hay: acéptalo, relájate y disfruta”, no se resigna. Eso es Trasto Teatro: un espacio de resistencia.

Decía Bakunin[19] que las revoluciones están hechas por tres cuartas partes de fantasía y un cuarto de realidad. Esos son los dominios del arte, el amplio territorio de la fantasía[20] en la revolución. No se precisan sermones, ni pastores moralizantes, ni realismo socialista. El arte debe recuperarse a sí mismo por la vía de la belleza y el compromiso: ser capaz, a un tiempo, de embriagar como la acacia y de morder como los lobos. Robarle el alma a los vencidos para devolvérsela más luminosa, multiplicada de colores, renovada de salud... y robarle el arma a los vencedores de siempre para que, en adelante, jamás vuelvan a luchar con ventaja.

3.- Teatro de la Decepción: un nuevo escenario. Acercarse al hombre para romper el espectáculo del mercado

“Sin duda, el concepto crítico de espectáculo puede ser también vulgarizado en cualquier fórmula vacía de la retórica sociológico-política para explicar y denunciar todo abstractamente y así servir a la defensa del sistema espectacular [...] Para destruir efectivamente la sociedad del espectáculo son necesarios hombres que pongan en acción una fuerza práctica...”[21] Esa razón práctica nos llevó a emprender, a finales de 2009, el proyecto el Teatro de la Decepción, una iniciativa que desestructura alguna de las obviedades sobre las que se asienta la sociedad de consumo de productos culturales.

El Teatro de la Decepción se resume en una fórmula sencilla: hacemos teatro en nuestra propia casa. Para asistir solo es preciso solicitar una invitación en el correo electrónico info@trastoteatro.com

En efecto, convertimos el salón de casa en una sala de teatro e invitamos a la gente a compartir Antes del desayuno[22], la obra del dramaturgo norteamericano Eugene O´Neill. Solo doce personas por función. Porque no soñamos con llenar grandes salas; queremos que el público esté tan cerca que pueda mirarnos a los ojos. Porque queremos recuperar el teatro artesanal, que es del actor y de la palabra, no del artificio. Porque queremos rescatar el silencio y la poesía. Porque necesitamos creer que, detrás de la penumbra, el horizonte se ofrece como una promesa.

3.1.- Historia reciente de la Decepción

Nuestro teatro nace de la decepción. Nos sentimos decepcionados ante el mundo, incapaz de ofrecer más que ruido y vacío. Nos sentimos decepcionados ante el arte, que ha olvidado su impulso trasgresor. Y ante el artista, que ha perdido la fe en el oficio. Nos sentimos decepcionados, sobre todo, ante el teatro, que ha mancillado su misterio. Nos sentimos decepcionados, solos e indefensos. Por eso hemos decidido juntarnos, para protegernos y actuar en el primer espacio que habita nuestra decepción: nuestra propia casa.

Así, en diciembre de 2009, comencé a trabajar con los actores Pepi Gallegos y Salva Atienza, en el proceso de ensayos de Antes del desayuno. Dos meses después, el pasado 13 de febrero, estrenamos en público la pieza, en nuestro piso de alquiler[23] -compartido. Desde entonces, todos los fines de semana hemos programado funciones (sábado y domingo). Y, a día de hoy, contamos con una lista de espera que supera el mes.

Es una apuesta muy arriesgada desde el punto de vista artístico. No hay inversión en vestuario, ni en iluminación, ni en escenografía ni atrezzo. Por lo tanto, todo está desnudo y el actor ha de completar un trabajo de entrega absoluta. No sirve ningún burladero. Cualquier paso en falso, cualquier duda, por mínima que sea, en este contexto, delata al actor sobremanera. Así, todo debe funcionar como un reloj, ya que, al tratar con unas distancias tan cortas, no hay margen de error. Es una sensación muy profunda, apegada a la poética del vértigo.

Mas el Teatro de la Decepción no es solo ofrecer una obra de teatro en un espacio doméstico. Es mucho más. Citamos a los invitados veinte minutos antes de comenzar la función, los recibimos personalmente y les ofrecemos un aperitivo. Luego, compartimos la actuación y, a su término, iniciamos un foro de debate entre todos los asistentes: actores e invitados. Cualquier aspecto de la propuesta es susceptible de ser discutido: ideológico, artístico, técnico… No hay compromiso crematístico, es decir, no pedimos nada a cambio, no cobramos nada. La persona que quiera o pueda, tiene la posibilidad de aportar lo que sea, siempre según su criterio. Y no necesariamente ha de ser en términos económicos. En este tiempo, hemos recibido comida, bebidas, artesanías, libros, música, películas, dinero… y, sobre todo, la esperanza de encontrarnos con tantas personas que, como nosotros, se encuentran en mitad de esta encrucijada, con más preguntas que respuestas.

Teatro de la Decepción no es solo ofrecer una obra de teatro en un espacio alternativo; es compartir una vivencia. Cada fin de semana abrimos las puertas de nuestra casa, donde habitan nuestras rarezas, nuestros desórdenes y nuestros afectos. Y cuando todo termina, aquellos que entraron como un puñado de desconocidos, salen y se llevan en la mirada acaso un ligero brillo familiar. Tengo la certeza de que, entonces, todos, ellos y nosotros, nos sentimos menos solos.

3.2.- Un palo en la rueda del mercado de la cultura

La sociedad capitalista ha degradado la cultura a mero producto. Otro producto más en el mercado que, como el resto, se valora por su rentabilidad. El éxito de una propuesta es un rubro cuantitativo, indiferente a la calidad, la verdad o el riesgo de la misma; y ese impostor adquiere rango de ley en estas circunstancias. El modelo dominante identifica el gusto con el consumo: lo que funciona (genera negocio) es bueno, y eso está bien. Este programa ha alienado al arte y al artista, tanto como al espectador. Todos aparecen en comunión con la herejía. Atrás quedaron los grandes propósitos: “La función del arte es la renovación de nuestro modo de ver el mundo[24].

El arte se pierde el respeto a sí mismo cuando acepta su condición de mercancía. El artista extravía su esencia cuando cambia la manufactura artesanal por la producción en cadena, que estandariza la imaginación y destierra la verdad de su oficio. Por último, el público es reducido a la noción de masa amorfa, anónima, cuya participación del acto artístico es insignificante, acaso numérica: la cifra de su butaca y la que pagó por su abono.

Así, la experiencia artística reniega del reino de lo absoluto y se conforma con una pingüe transitoriedad. Y parece hacerlo sin atisbo alguno de melancolía.

¿Para qué sirve, entonces, el arte?, ¿Qué queremos hacer con el teatro? ¿Tenemos que resignarnos a ser guardianes de sus formas, gobernados por turistas, por funcionarios del mecenazgo, por los reglamentos del solemne museo del “espectáculo viviente”? ¿O queremos decidir con nuestras acciones por qué este artesanado es para cada uno de nosotros tan necesario; qué hay que extraer de este prestigioso vestigio de una sociedad que ya no existe; con quién hay que luchar para reconocer los secretos y las potencialidades de nuestro quehacer; cómo y dónde refundir y utilizar nuevamente sus materiales y sus substancias?”[25]

3.3.- Show must go on?

No. El espectáculo no debe continuar. Porque “el espectáculo no quiere llegar a ninguna parte que no sea a sí mismo[26]. El Teatro de la Decepción quiere romper con la dinámica espectacular, condición sine qua non para que el arte cambie su relación con el espectador, con el oficio y con el mundo. Solo así el arte podrá reencontrarse consigo mismo.

Estos son los motores que impulsan la iniciativa de hacer teatro en casa, Teatro de la Decepción:

  1. 1. Cambiar la relación con el público: El teatro es mucho más que un “evento social”. Hoy en día el hecho de asistir a una representación teatral se ha convertido, prácticamente, en una party. El público se acicala para la ocasión, luce sus mejores galas y aún con el olor a naftalina pegado en los abrigos, desemboca en los grandes edificios teatrales con la hora justa de acceder a la sala, como si fueran escupidos desde otra dimensión, para consumir rápidamente una serie de emociones plastificadas, por lo general. Hay tan poco espacio para el rito, que muchos no desconectan el teléfono móvil, a lo sumo lo silencian para la tener la opción de ver el mensaje o la llamada entrante. Por supuesto, ni siquiera hay tiempo para mirar a los ojos al extraño de la butaca contigua, que pasará la próxima hora y media a menos de cincuenta centímetros. Por esta vía, hacia una nueva y definitiva deshumanización del arte.

El teatro de la Decepción propone intervenir sobre el espacio, ya que si cambia el espacio, cambia todo. Como ya mencioné, abrimos las puertas de casa veinte minutos antes de la función, recibimos personalmente a los invitados y les hacemos pasar a una especie de antesala. Aquí, formado el grupo, compartimos un vino o un te, lo que propicia un contacto primario inevitablemente. Antes de participar de la función, los asistentes se han presentado entre sí de manera natural, han intercambiado alguna conversación, en definitiva, han establecido una interacción, una comunicación que, por mínima que sea, rompe esa dinámica de la funcionalidad y el anonimato.

Al mismo tiempo, este espacio tan íntimo también marca la recepción de la obra, ya que el público está tan cerca que le permite sentirse dentro de la acción, lo que sumado al debate posterior, incide en su condición de público activo, no espectador pasivo.

  1. 2. Cambiar la relación con el teatro mismo: El artista contemporáneo tiene interiorizada, hoy más que nunca, la vocación del éxito (mientras más rápido, mejor), el reconocimiento y la fama. Suspira por el día en que la abarrotada platea de un teatro nacional, puesta en pie, le rinda el tributo de una clamorosa ovación.

ara nosotros, nada de esto tiene que ver con el arte, sino con la vanidad del artista. Si queremos recuperar la verdad profunda del teatro, hemos de volver a la intimidad del pequeño taller, y desempeñar con humildad nuestro oficio. “¿Hará falta que todos los teatros sean destruidos para volver a ver y sentir teatro?”[27]. Actuar cada noche para doce personas, solo doce personas, sentadas a menos de medio metro de los actores, nos permite entablar una relación directa, inmediata, personal con cada una de ellas. Algo que sería harto improbable si nos dirigiésemos a un público masivo, en los grandes teatros, a la postre convertidos en mausoleos donde “todo lo que antes se vivía directamente, se aleja ahora en una representación[28]. El artista que se ofrece, generoso, ante cinco o diez personas, y se entrega sin guardarse nada, está protagonizando la mayor y más conmovedora reivindicación de la dignidad del arte.

  1. 3. Cambiar la relación con el mundo: El arte ha de generar belleza o verdad, emoción, crispación o rechazo pero, siempre, debate. Si al finalizar una obra, el público despacha la propuesta en un par de comentarios y, luego, va a cenar plácidamente al restaurante más cercano, es que algo no se está haciendo bien.

El teatro es una experiencia de recepción colectiva, pero cada individuo tiene su propia sensibilidad y bagaje existencial, que determinan la interpretación de lo que ha recibido. No hay dos personas que sientan igual. A nosotros nos interesa cada una en sí misma, por eso planteamos la necesidad de un debate posterior a la función. Tomarnos tiempo para reflexionar y poner en común nuestras reflexiones con un grupo, compartirlas; pensar con el otro, escuchar las razones del otro, discutir libremente con el otro, permitir el conflicto y la disensión supone, en estos tiempos, un acontecimiento extraordinario, esta sí que es una verdadera obra de arte.

El intercambio entre actores e invitados, que sucede a la representación en el Teatro de la Decepción, es el mayor logro de la propuesta. En primer lugar, porque alteramos el discurso del individualismo y la pasividad: nos unimos para tomar conciencia y actuar. Y en segundo término, porque nos mantiene conectados con el público, en una relación de igualdad, lo que nos facilita conocer, de primera mano, sus críticas e impresiones sobre nuestro trabajo, hecho que nos proporciona la posibilidad de desarrollarnos y mejorar en el oficio.

Para finalizar, cabe destacar un último cambio. Si el Teatro de la Decepción ha transgredido los términos “normales” de la representación teatral, era de obligada coherencia renunciar a los procedimientos convencionales de publicidad y distribución. Trasto Teatro no ha encargado cartelería alguna, ni programas de mano, ni ha pagado anuncios en prensa para publicitar la iniciativa. La convocatoria se ha hecho por medio de las nuevas tecnologías: web, facebook y correos electrónicos. De este modo, abaratamos costes y exploramos los nuevos canales de difusión. Luego, el boca o boca, ha hecho el resto.

4.- La decepción y los sueños: materiales para una reacción

Los órganos de gestión cultural han desarrollado el engranaje burocrático hasta el exceso. Esto los ha convertido en una especie de presencia fantasmagórica, caracterizados por su inaccesibilidad. La industria cultural es un personaje kafkiano[29] que establece una suerte de relaciones laberínticas. Aquel que se topa con ella conoce el absurdo y termina afectado de un profundo nihilismo.

Su carácter inoperante solo es comparable a su viciado funcionamiento: ayudas y subvenciones que son concedidas de memoria, circuitos que programan los mismos nombres de siempre, pagos demorados hasta la eternidad. Más que un aliado, parece un enemigo que distrae de lo verdaderamente importante y provoca un desgaste sin retorno.

El desaliento expande sus dominios. La decepción se corona... y nuestros sueños se alejan. En este punto, hay que pararlo todo. Repensarlo todo, empezando por nosotros mismos que abrazamos la máxima artaudiana de “hacer lo que soñamos o no hacer nada”.

Y hemos dicho “No”.

No, a dejar nuestro futuro y nuestros sueños en manos de los funcionarios de la cultura, que toman decisiones como si acertaran una adivinanza.

No, a que el mercado tiranice nuestro oficio.

No, a que la sociedad del espectáculo silencie nuestra voz por no ser asertivos o no apuntarnos a la moda.

No, al talento del artista como condición suficiente. Ni al arte que cree que se mancha si se compromete. No, a la belleza como excusa para esconderse.

Vamos a hacer lo que soñamos. Y lo vamos a hacer ahora, porque luego será demasiado tarde. Creemos en lo que hacemos, y esa fe nos basta para ponernos en camino. Iremos con lo puesto, sin adornos ni terciopelo, pero que nadie subestime el valor de nuestros pasos, porque nos mueve la búsqueda de la verdad, y tenemos el convencimiento de que resistiremos. “…No creo que el descontento – este espíritu de rebelión que me cabalga – pueda al fin aquietarse. Cuando parece reducido al silencio, siento el olor de la mentira que penetra en mi nariz. Si el descontento se aquieta, no sabría qué hacer con el teatro.”[30]

Vamos a seguir batallando. Lo que no nos guste, lo diremos…y esto no nos gusta. Lo que esté mal, lo diremos… y esto está mal. Pero aunque todo siga igual, igual de feo e igual de mal que ahora, nosotros seguiremos batallando. Porque no vamos a dejar que nadie gestione nuestra propia esperanza y porque solo precisamos un salón y una casa, para hacer de nuestra decepción un acto creativo, digno y auténtico.

Esto es una llamada a los vecinos de nuestra decepción: la responsabilidad es nuestra, aceptémosla. No necesitamos el favor de los gerifaltes de la cultura ni es imprescindible para sobrevivir que nos acepten en sus círculos selectos y superfluos. Que esperen los mercaderes del negocio. Podemos tejer una red de apoyo mutuo y multiplicar los salones donde proliferen Teatro-Danza-Pintura-Música de la Decepción[31] y el arte reconquiste el espíritu de la subversión que nunca debió perder: “Sentémonos un instante sobre las ruinas de nuestra historia de perseguidos y reflexionemos.

El mundo no nos pertenece. Si tiene un dueño que es tan estúpido como para quererlo tal como es, que se lo quede. Dejémosle contar ruinas en lugar de edificios, cementerios en lugar de ciudades, lodo en vez de ríos y fango infecto en vez de mares.

El mayor espectáculo ilusionista del mundo ya no nos podrá encantar.

Estamos seguros de que las comunidades del placer emergerán de nuestra lucha aquí y ahora.

Y, por primera vez, la vida triunfará sobre la muerte.”[32]


Málaga, en abril del décimo año del segundo milenio

Bibliografía

- Barba, Eugenio. La casa de los orígenes y del retorno. Discurso Doctor Honoris Causa, Universidad de Varsovia. Polonia. 2003.

- Bonanno, A.M. El placer armado. Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.

- Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.

Entrevista a Gianni Vattimo, por Ivana Costa. Revista Ñ. Diario Clarín (Argentina). 8 de abril de 2006.

- Farah, Elena. ¿Qué es la modernidad? Reflexiones y definiciones sobre la posmodernidad y su impacto en la cultura. (Artículo)

- Felipe, León. “Pero ya no hay locos”. El payaso de las bofetadas. Visor de poesía. Madrid. 1981.

- Lipovetsky, G. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama. Barcelona. 1998.

- Marcuse, H. El hombre unidimensional. Ariel. Barcelona. 1987.

- Mesa García, E.P. y Páramo, F. “Con bigotes: un pensamiento metamoderno”. Cuaderno Gris. Número 2, Época II. Madrid.1991.

- Torres López, J. y Garzón Espinosa, A. La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla. ATTAC. Madrid. 2009.

- Vattimo, G. La sociedad transparente. Paidós. Barcelona. 1990.

- V.V.A.A. Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Vol. I. La balsa de Medusa. Madrid. 2000.

- Wisniewski, Stefan. Fuimos tan terriblemente consecuentes… Virus. Barcelona, 2002.

[1] “Ningún partido rechaza la regla de la competencia pacífica por el poder, nunca como hoy la democracia ha funcionado sin un enemigo interno declarado [...] jamás ha estado tan segura del acierto de sus instituciones pluralistas, nunca como ahora estuvo tan en consonancia con las costumbres, con el perfil de un individuo amaestrado para la elección permanente, alérgico al autoritarismo y a la violencia, tolerante, ávido de cambios frecuentes pero sin verdadero riesgo”. Lipovetsky, G. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. de. Anagrama. Barcelona. 1998.

[2] Nacido en 1936. Filósofo italiano que ha vinculado los tres legados básicos de la filosofía contemporánea -el nihilismo de corte nietzscheano, la crítica de Heidegger a la metafísica y las herramientas conceptuales de la hermenéutica- con el pensamiento católico y cristiano.

[3] Vattimo bebe de los postulados filosóficos de Nietzsche. Cuando este anunció la muerte de Dios, ya publicaba -según el pensador italiano- el fin de la metafísica y, por tanto, anticipaba el fin del pensamiento fuerte.

[4] Este concepto, el alejamiento de la “acritud existencial” es muy similar a la “descrispación” que recomienda Lipovetsky.

[5] Mesa García, E.P. y Páramo, F. “Con bigotes: un pensamiento metamoderno”. Cuaderno Gris. Número 2, Época II. Marzo-Junio 1991. Madrid. 1991.

[6] “El consumo obliga al individuo a hacerse cargo de sí mismo, le responsabiliza, es un sistema de participación ineluctable al contrario de las vituperaciones lanzadas contra la sociedad del espectáculo y la pasividad”. Lipovetsky, G. La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Ed. Anagrama. Barcelona. 1998.

[7] “El capital lo devora todo”. Bonanno, A.M. El placer armado. Ediciones Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.

[8] Wisniewski, Stefan. Fuimos tan terriblemente consecuentes… Editorial Virus. Barcelona. 2002.

[9] “La cultura industrial avanzada es, en un sentido específico, más ideología que su predecesora, en tanto que la ideología se encuentra hoy en el propio proceso de producción”. Marcuse, H. El hombre unidimensional. Editorial Ariel. Barcelona. 1987.

[10] Vattimo, G. La sociedad transparente. Paidós. Barcelona. 1990.

[11] Dos norteamericanas (destaca Asociated Press), una francesa (France Press), una alemana (Reuters) y una española (Efe).

[12] Bonnano, A.M. El placer armado. Ediciones Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.

[13] Felipe, León. “Pero ya no hay locos”. El payaso de las bofetadas. Colección Visor de Poesía. Madrid. 1981.

[14] Torres López, J. y Garzón Espinosa, A. La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla. ATTAC. Madrid. 2009. (Fragmento del prólogo a cargo de Pascual Serrano)

[15] Bonnano, A.M. El placer armado. Ediciones Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.

[16] El final de la resistencia inaugura una era huérfana de escrúpulos. Allana el terreno a la barbarie.

[17] “Solamente a través de una pregunta que desreconcilie a cada uno de los seres humanos que participan en un mundo que no es el suyo, es posible el planteamiento de la transformación del mundo”. Mesa García, E.P. y Páramo, F. “Con bigotes: un pensamiento metamoderno”. Cuaderno Gris. Número 2, Época II. Marzo-Junio 1991. Madrid. 1991.

[18] Natural de Morón de la Frontera (Sevilla), en la actualidad la compañía reside en Málaga, integrada por Ainhoa Urizar, Salvador Atienza y Raúl Cortés. Trasto Teatro ha recibido el X Premio Internacional de Teatro Domingo Pérez Minik 2007 (Canarias); el Premio Escena Joven 2008 (Málaga) y la Mención Especial del Jurado en el X Encuentro Internacional de Teatro de Azul-Buenos Aires 2009 (Argentina).

[19] Bakunin, Mijaíl (1814-1876). Ruso de nacimiento, se convirtió en una de las figuras más relevantes de la primera hornada de filósofos anarquistas.

[20] El viejo lema de Mayo del 68 “La imaginación al poder” debe ser sustituida por la renovada y más contestataria máxima de “La imaginación contra el poder”.

[21] Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.

[22] Es uno de los monólogos más apabullantes de la historia del teatro. Un viaje repleto de miserias hacia la destrucción social, psicológica y emocional del individuo, que se retrata como un ser vil, sepultado por las ruinas, cuya principal condición es su incapacidad para amar.

[23] Situado en Málaga capital.

[24] Vilar, Gerard. La filosofía de la cultura (artículo aparecido en Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Volumen I). Ed. La balsa de Medusa Visor. Madrid. 2000.

[25] Barba, Eugenio. La casa de los orígenes y del retorno. Discurso pronunciado al recibir el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Varsovia. Polonia. 2003.

[26] Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.

[27] Palacios, Miguel. Antes del desayuno, el teatro superviviente. Artículo publicado en El País.com (La comunidad) sobre el Teatro de la Decepción.. 6 de abril de 2010.

[28] Debord, Guy. La sociedad del espectáculo. Pretextos. 1999.

[29] Leer El Castillo, de Franz Kafka.

[30] Barba, Eugenio. La casa de los orígenes y del retorno. Discurso pronunciado al recibir el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Varsovia. Polonia. 2003.

[31] Ya hay dos compañías malagueñas (LaMordiente y Bajotierra Teatro) que se han ofrecido para formar parte de la programación del Teatro de la Decepción, la próxima temporada.

[32] Bonanno, A.M. El placer armado. Ediciones Revuelta del Deseo. Madrid. 2000.

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