jueves, 28 de febrero de 2008

Por unas pequeñas niñas...

Esta es una triste carta por un triste acontecimiento. Todo parecía tranquilo la tarde de ayer miércoles 27 de febrero, el sol alumbraba las calles, los parques, los niños corrían divirtiéndose sanamente, jugando, jugando a la vida, a descubrir, nada hacía sospechar que algo terminaría con los juegos y sonrisas de dos pequeñas niñitas de 6 y 7 años, dos ángeles inocentes cuya misión en la vida era crecer y amar, llenar de alegría el corazón y vida de sus padres, familiares y amigos.
Pero la vida es injusta y nos quita lo que más queremos a manos de un desalmado, porque ese sujeto que cometió ese horrendo crimen no tiene alma , ni perdón, no se lo merece, al arrebatarle la vida a esas dos pequeñas.
Mi corazón se llena de dolor, de espanto, me siento tan desamparada al ver a los ojos de mi hija y pensar que se encuentra expuesta por ser pequeña a que alguien pueda hacerla sufrir.
Nosotros como padres, como comunidad debemos unirnos y tratar de evitar estas situaciones ¿cómo? no sé, quizás organizándonos, quizás exigiendo de las autoridades leyes que eviten que personas como ese asesino u otro tipo de criminales anden por las calles al cumplir la mitad de su condena. Debemos proteger la vida de nuestros hijos e hijas, debemos cuidar de su integridad y esa es labor de toda la comunidad consciente. Educar a los niños para que no hablen con extraños, para que no anden solos, ser cautos con aquellas personas que llegan a integrar nuestras comunidades, conocer a nuestros vecinos y a los vecinos de nuestros vecinos. Esto no puede volver a pasar. Pedir que haya más resguardo policial en parques y áreas verdes, evitar que en nuestros barrios hayan sitios eriazos en los cuales se puedan esconder personas y en el momento menos pensado atacar, atacar a los más débiles, a inocentes como son nuestros niños y niñas.
No hay palabras de aliento que puedan mitigar el dolor que sufren los padres de Camila y Sofía, solo decirles en este momentos que los acompañamos en su sufrimiento, que sus hijas permanecerán vivas en sus corazones, de su familia, de sus amigos y que si existe un Dios hará justicia y si no hace justicia seremos nosotros, los ciudadanos los que exigiremos que esta se cumpla con todo el rigor de la Ley.
Atentamente
Una madre triste

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